La Tulpa comienza a dar frutos
Son las 9 de la mañana. Los participantes están sentados alrededor de la mesa, tímidamente tomando un café con pan, esperando el comienzo de la reunión. Como todos los días en Pasto hace frío. Algunos ya están acostumbrados a este frío, pues vienen de lugares donde la humedad y la temperatura pueden ser más difíciles. Otros, acostumbrados al calor y el sol, tiemblan y comentan: "¡Que frío! ".
Estamos en la casa de La Tulpa y nos hemos reunido para la 7ª asamblea de productores. Después de las primeras reuniones, se decidió que nos reuniríamos todos los meses para decidir sobre su funcionamiento de la mejor manera y tan pronto como fuera posible.
Miro a todos estos hombres y mujeres, de territorios tan diferentes y sin embargo tan similares, descendientes de bisabuelos indígenas, la mayoría de ellos de origen olvidado e idealizado hoy en día. Manos fuertes y gruesas, mirada fugaz, susurros tímidos, silencio, muy habitual aquí, donde las palabras rara vez se pronuncian sin vergüenza y siempre con excesiva cortesía.
Comenzamos la reunión con una mesa redonda donde todos expresan su visión de La Tulpa. En la tradición indígena, la palabra "tulpa" se refiere al fogón hecho con tres piedras, un lugar donde la gente cocina, se reúne, se calienta y toma decisiones.
Este nombre fue propuesto como una broma, pero fue bien recibido por los indígenas de La Cocha como un nombre apropiado. Son ellos los que nos hacen conscientes de su significado místico. La Tulpa es el origen de todo, el vientre caliente de la madre, la vida misma.
Comienza la mesa redonda y uno de los productores, Harold Espinoza, nos cuenta:
"En esta Tulpa, somos las piedras, traemos la leña, cocinamos el futuro para que las nuevas generaciones se queden en el campo».
Y todos coinciden: estamos juntos, como una familia, tratando de unir fuerzas para construir un futuro mejor.
Estas pocas frases compartidas en las reuniones no son sólo palabras. Desde el inicio de La Tulpa, el trabajo ha dado sus frutos. Por poner sólo un ejemplo, en el campo, los cultivadores de tomates están más motivados que nunca, a pesar de todas las dificultades que conlleva el cultivo de tomates en invernadero. Cada vez más agricultores nos dicen que quieren cultivar sin agroquímicos y son conscientes del impacto de estos productos en su salud. Intercambian entre ellos, intercambian alimentos y trabajan en sus parcelas cada vez con más confianza en los métodos agroecológicos y respetuosos con el medio ambiente que les ofrecemos.
Las cosas están progresando lentamente del lado de los consumidores, poco a poco, más y más gente están escuchando acerca de La Tulpa y están comenzando a consumir estos alimentos campesinos y a trabajar de una manera amigable con el medio ambiente. El equipo de ventas se está fortaleciendo cada día, estamos constantemente organizando, reorganizando, adaptando y aprendiendo.
El Tulpa ya tiene casi un año. Actualmente se venden y distribuyen 30 canastas a domicilio cada semana, los productos sobrantes se venden en los puntos de venta cada sábado por la mañana y se distribuyen 500 kilos de tomates a los restaurantes que se han convertido en nuestros clientes más fieles. Es cierto que estamos lejos del resultado final esperado (200 a 300 canastas semanales), pero para nosotros, que vemos el trabajo que esto representa cada día, ya es enorme y prometedor.
Por su parte, lo(a)s campesino(a)s se están organizando cada vez más y actualmente proponen la creación de un Fondo Comunitario de Ahorro de La Tulpa. Se sienten parte de un proceso que está hecho para durar.
Y eso es lo que nos motiva a continuar. El trabajo es duro y agotador. Casi nunca tenemos días libres, pero vemos ante nosotros un hermoso camino a seguir, un reto difícil que podría ser una oportunidad y un futuro diferente para los campesinos y las campesinas con los que trabajamos.