Creando lazos comunitarios
Para dar continuidad a los talleres previstos en la planificación del proyecto “bibliotecas rurales en La Florida”, se llevó a cabo un viaje, en el mes de diciembre del 2015. Ramón se encargó del tema “participación ciudadana”, y yo me ocupé del tema “juego”
Fueron tres semanas intensas en actividad, emociones y experiencias.
Cada vez que visitamos la región no dejamos de sorprendernos: Enmarcados por un paisaje esplendido y de un clima cálido, donde la tierra produce todo, viven campesinos, gente simple, trabajadora infatigable, desprovista de oportunidades y abandonada a su suerte por parte del estado. La brecha social entre los que tienen información, educación y cultura -, y los que difícilmente la van alcanzar, es evidente en esta región.
Nuestra presencia pretende reducir esta brecha, desarrollando espacios culturales de encuentro y convivencia democrática, espacios sociales alternativos y de autogestión local para el desarrollo educativo, informativo y cultural.
Cristina Muñoz y Nicolas Veuthey, miembros de Lectures Partagées (Saberes Compartidos), acompañan a las comunidades beneficiarias del proyecto, coordinando las actividades y haciendo el seguimiento del mismo. Su presencia es una gran oportunidad para la asociación. A través de esta convivencia, comprendemos la realidad campesina: su cultura, sus dinámicas comunitarias, sus costumbres, las reacciones ante los conflictos, sus motivaciones, etc
Ellos viven en Matituy (vereda beneficiaria del proyecto), en una casa campesina construida originalmente en barro y a medio reparar con ladrillo. Tiene un pequeño jardín en la parte de atrás que les permite experimentar las técnicas agroecológicas cultivando sus verduras, recuperando semillas, enseñando a los niños el trabajo de la tierra. Paradójico que dos citadinos, convertidos en campesinos sean los que enseñen a los niños cómo es una mata de tomate, como se siembra el maíz, cuándo se cosecha el frijol. Durante estas 3 semanas, compartimos la vida sencilla y plena de actividades de Cristina y Nicolas. Una rutina se ha establecido: en la mañana, los primeros en llegar son los niños, con ánimos de jugar, de charlar, de aprender, de ayudar en la huerta. Están presentes casi todo el tiempo. Los adultos llegan en las tardes siempre con un regalo bajo el brazo, unas naranjas, un racimo de plátano, unos guanábanas …y con esta excusa aprovechan para conversar sobre la huerta, las semillas, las recetas de cocina, comentan los avances del proyecto: como va la construcción, que días se reúnen, que eventos están organizando. Por la noche son los jóvenes que vienen para escuchar la guitarra y el requinto que acompañan las canciones campesinas que interpretan Cristina y Nicolas y que tanto los acercan a la gente.
Los primeros días los niños querían saber que traíamos entre tantas cajas: la colección de juegos y juguetes recolectados en Suiza para distribuir entre las diferentes bibliotecas de la red. Los juegos fueron saliendo poco a poco de sus cajas y nos dieron la oportunidad de conocerlos: Luis Miguel, Carlitos, Sebastián, Santi, Miguel y tantos otros…« Háganos jugar un juego… », « ¿me “empresta” este juego ?” y la habitación a la entrada de la casa se convertía en ludoteca. Cuando la única mesa, estaba ocupada por alguna de sus diversas funciones, instalábamos un enorme cartón en el piso y allí se hacían partidas interminables de Croque Carotte, Billy Biber, Uno, memory y construcciones de rompecabezas. A veces se unían los adultos curiosos por saber donde pasaban tanto tiempo sus hijos y por qué había tanto alboroto en la casa de los « suizos ».
Y a través de estos interminables sesiones de juego, de cantos, discusiones, pasaban los días y construíamos lazos comunitarios.